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miércoles, 31 de octubre de 2012
lunes, 17 de septiembre de 2012
lunes, 10 de septiembre de 2012
COMBATIR EL ESTRÉS
Cuando ya el contar
hasta diez no basta, cuando pierdes el control por la más mínima cosa, cuando
el trabajo te esta agobiando más de lo debido, cuando te despiertas y sigues
cansad@...
“Halla el tiempo de leer. Halla el tiempo de ser
amigo. Halla el tiempo de trabajar. Es la fuente de la sabiduría. Es el camino
de la felicidad. Es el precio del éxito. Halla el tiempo de practicar la
caridad. Es la llave del paraíso”. Madre Teresa de Calcuta
El estrés puede producirse por muchas razones. Puede ser
desencadenado por un accidente traumático, una muerte, o una situación de
emergencia. El estrés también puede ser un efecto secundario de una enfermedad
grave o puede estar relacionado con la vida diaria, el lugar del trabajo, y las
responsabilidades familiares.
- Dificultad para dormir
- Dolores de cabeza
- Constipación
- Diarrea
- Irritabilidad
- Falta de energía
- Falta de concentración
- Comer de más o no comer
- Ira
- Tristeza
- Hinchazón estomacal
- Problemas de la piel,
tales como la urticaria
- Depresión o Ansiedad
- Aumento o pérdida de peso
- Problemas cardíacos
- Hipertensión arterial
- Síndrome de colon
irritable
- Dolor de cuello o espalda
- Disminución del deseo
sexual
- Dificultad para quedar
embarazada
¿Cómo
puedo a manejar mi estrés?
No permitas que el estrés te enferme. Presta atención
a tu cuerpo para saber cuándo el estrés está afectado tu salud. A continuación
hay algunas estrategias para manejar mejor el estrés:
- Relájate. Aflojarse es importante. Cada persona tiene su forma de relajarse. Algunas de estas formas son la respiración profunda, el yoga, la meditación y los masajes terapéuticos. Si no puedes hacer estas cosas, tómate unos minutos para sentarte, escuchar música relajante, o leer un libro. Al menos tómate 30 min. al día.
- Reserva tiempo para tí mism@. Cuidarte a tí mism@ es importante. Para no sentirte culpable, ¡considéralo una orden de tu médico! No importa cuán ocupad@ estés.
- Duerme. Si duermes lo suficiente, puedes encarar mejor sus problemas y disminuir el riesgo de enfermarse. Trata de dormir entre siete y nueve horas todas las noches.
- Aliméntate correctamente. Trata de obtener energía mediante el consumo de frutas, verduras y proteínas. La manteca de maní, el pollo o la ensalada de atún son buenas fuentes de proteínas. Consume cereales integrales, tales como el pan y las galletas de trigo. No te dejes engañar por el golpe de energía que siente al consumir cafeína o azúcar, esa energía se acabará rápidamente.
- Muévete. Créase o no, la actividad física no sólo ayuda a aliviar la tensión muscular, ¡sino que también mejora el estado de ánimo! Antes y después de la actividad física, el organismo produce ciertos químicos llamados endorfinas, que alivian el estrés y mejoran tu estado de ánimo.
- Habla con amigos. Los amigos escuchan bien. Hace muy bien encontrar a alguien que te deje hablar libremente acerca de tus problemas y sentimientos sin juzgarte. También ayuda escuchar un punto de vista diferente. Los amigos te recordarán que no estás sola.
- Obtén ayuda profesional si la necesitas. Hable con un terapeuta. Un terapeuta puede ayudarla a manejar el estrés y a encontrar mejores maneras de enfrentar los problemas. La terapia también puede ayudar con trastornos más graves relacionados con el estrés.
- Anote lo que piensa. Mantener un diario puede ser una muy buena forma de desahogarse y manejar los problemas.
- Ten un pasatiempo. Encuentra algo que disfrutas hacer. Asegúrate de tomarte el tiempo para explorar tus aficiones.
- Pónte límites. En lo referente a cosas como el trabajo y la familia, determina cuánto puede hacer en realidad.
- Planifica su tiempo. Piensa por adelantado cómo utilizarás tu tiempo. Escribe una lista de cosas que hacer. Decida cuáles son las más importantes.
- No manejes el estrés en formas que no son sanas. Entre estas se encuentran beber demasiado alcohol, usar drogas, fumar o comer de más. Discutir con todo el mundo, arremeter contra miembros de la familia sin razón, etc.
- Respirar hondo Intente hacerlo un par de veces por día:
- Recuéstate o siéntate en una silla.
- Cuenta lentamente hasta cuatro e inhala
por la nariz. Siente cómo se eleva tu estómago. Mantén la respiración por
un segundo.
- Cuenta lentamente hasta cuatro mientras
exhalas por la boca.
- Repítelo entre cinco y diez veces.
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lunes, 27 de agosto de 2012
Educar en sexualidad
La palabra sexualidad remite a diversos ángulos de reflexión y análisis. Al tratar de definirla no podemos dejar de contemplar que lo que entendemos por sexualidad está atravesado por múltiples determinantes, como el tiempo y el lugar, las costumbres, la historia, la época, la religión, la sociedad, lo biológico, etcétera.
En muchas de sus definiciones se involucran aspectos bio-psico-sociales, como factores determinantes, sin embargo, nos parece importante no partir de una definición dada, sino dar elementos para pensarla y construirla.
La sexualidad como experiencia en nuestra sociedad es tan singular en cada individuo como lo son sus propios rasgos personales, no hay otra igual. Es por esta razón que, más que hablar de sexualidad, hay que hablar de sexualidades.
Como padres de familia es mejor que nos percatemos de cómo en la vida diaria se presentan innumerables situaciones en las que lo que hacemos y no hacemos, construye un significado sobre la sexualidad que tiene un efecto en nuestros hijos e hijas y que determinará su salud integral, y específicamente su salud sexual.
Lo central en este punto es trasmitir una idea positiva del cuerpo porque es lo único que poseemos realmente, y en ese sentido, debe irse enseñando paulatinamente que es nuestra responsabilidad lo que hagamos con él.
¿QUÉ ESTAMOS ENSEÑANDO A NUESTROS HIJOS SOBRE SEXUALIDAD, CÓMO LO ESTAMOS HACIENDO? ¿QUÉ NECESITAMOS PARA EDUCAR EN SEXUALIDAD?
No existe ser humano "sin sexualidad" los niños y niñas tienen, viven, experimentan y son poseedores de su sexualidad.
1. Revisar nuestras actitudes, miedos y conductas con relación al tema. Darme cuenta cómo fui educado por mis padres y cómo lo estoy haciendo con mis hijos e hijas. Asumir que ello implica un reto.
Para la gran mayoría, la forma en la que se enteraron o aprendieron de la sexualidad, les remite a momentos de transición y cambio: la llegada de algún hermano, el comienzo de la menstruación, la adolescencia, el primer sueño húmedo, el primer beso, la primera revista pornográfica, el gran papel que en este sentido jugaron los amigos y amigas experimentados que les instruyeron, y sobre todo, la gran ausencia de sus padres en este aspecto.
Si bien la mayoría de nuestros padres no se dio a la tarea de educarse en sexualidad, con la energía, los conocimientos y la oportunidad que debieron hacerlo, nos toca no repetir la historia.
Debemos considerar que al educar en sexualidad se camina por desfiladeros que son difíciles de manejar porque está involucrada de manera determinante la construcción mental que hemos hecho de la sexualidad, y en ese sentido debemos ayudar a nuestros hijos a entender y apoyar una construcción personal de la sexualidad que no esté atravesada por nuestras propias limitaciones.
2. Admitir las diferencias, la diversidad de enfoques y significados personales en torno a la sexualidad con relación a las hijas e hijos de manera flexible, y tener apertura para entender la multiplicidad de perspectivas. Por ejemplo: un padre cree que al prohibir a su hija tener novio la protege del embarazo, mientras que para la hija salir con alguien es sentirse especial, querida y atractiva como mujer.
3. Actualizarse y profundizar en enfoques teóricos que nos ayuden a comprender y pensar de manera integral la sexualidad.
Cuando hablamos de educar oportunamente en el tema de la sexualidad, surgen en gran medida temores de adelantar información que altere o trastoque un sano desarrollo. El reto, como padres de familia se incrementa también porque tenemos que adquirir seguridad y confianza en lo que hacemos y algo que puede abonar en este sentido es conocer y comprender el desarrollo psicosexual de niños, niñas y adolescentes. Existen innumerables materiales didácticos y juegos adecuados que nos pueden ayudar en la labor de educar en sexualidad, libros diseñados especialmente para cada etapa de la vida.
CONCLUSIONES
Educar en sexualidad es una propuesta, un desafío a la creatividad de los padres de familia, por ello, a manera de conclusiones invitamos a considerar que:
1. Nuestras acciones deben enfocarse a hacer sentir en nuestros hijos e hijas que su cuerpo y todo lo que viene de él les pertenece, que son seres autónomos, distintos y separados de nosotros mismos.
2. Que pertenecer a un género o a otro, no es una ventaja o desventaja. Promover una cultura de equidad y desarrollar acciones para dotar de herramientas en los aspectos vulnerables sociales de género.
3. Alfabetizar emocionalmente implica desarrollar y promover el contacto con emociones y sentimientos para poder nombrarlos y expresarlos.
4. La mayor fuente de bienestar, ingrediente primordial en la salud integral, es resultado de establecer relaciones de buen trato, libres de maltrato, abuso o violencia.
5. Proporcionar información científica y oportuna sobre todo lo vinculado a la procreación, las funciones y cuidado de nuestro cuerpo, con énfasis en los genitales puede hacer la diferencia, puede ser su seguro contra conductas de riesgo.
6. Los padres transmitimos y permitimos una sensación de autoposesión corporal, somos quienes permitimos, celebramos, impedimos y castigamos en un proceso gradual la separación y autonomía de nuestros hijos.
Para reflexionar en torno al tema planteo una pregunta:
¿Cómo te educaron tus padres y qué quisieras repetir o cambiar?
__________________
María Isabel Alva Castro. Dirige Cuidarte A. C. Psicóloga por la Universidad Iberoamericana, con Maestría y Doctorado en Psicoanálisis. Educadora Sexual. Asesora de la Red por los Derechos Sexuales de los Jóvenes en Jalisco y consejera ciudadana del Instituto Jalisciense de las Mujeres. Ver artículo completo en www.revistamirada.com .
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martes, 21 de agosto de 2012
lunes, 13 de agosto de 2012
DECÁLOGO PARA PREGUNTAR A LOS Y LAS ADOLESCENTES Y OBTENER RESPUESTAS ÚTILES
Buena parte del conocimiento de la realidad de los adolecentes con los que convivimos se puede adquirir simplemente con observar y escuchar. También, creando las condiciones para que hablen. Pero, de vez en cuando, hay que preguntar.
Los padres y madres se quejan de que sus hijos no hablan y de que tampoco obtienen gran cantidad de información preguntando. En un espacio educativo, en la escuela, cuando se trata de tener una sesión individual de trabajo personalizado, de seguimiento, de discusión sobre dificultades o conflictos, los “interrogatorios” de despacho se convierten en una secuencia de preguntas a las que siguen monosílabos, dejados caer con mayor menor desgana.El resultado: una sensación de no saber cómo llegar a saber y una gran duda sobre el valor de la información obtenida.
Cuando en diferentes momentos preguntamos para saber, conviene recordar algunos criterios como estos:
1. Esperar el momento. Evitar preguntar cuando temen ser preguntados y reaccionaran negativamente o darán una respuesta preparada (todo buen adolescente que llega tarde a casa recorre el camino elaborando el “discurso” que venderá a sus padres). Es mucho más fácil que expliquen algo cuando no parece haber problemas en el horizonte (cuando creían olvidado el conflicto, cuando no estamos buscando directamente si se droga, cuando las dificultades parecen ser agua pasada).
2. No hacer más de “dos” preguntas seguidas (en casa, después de la ristra interrogativa sobre “de donde vienes”, “con quien estabas”, “qué hacías”, etc. el adolescente acaba preguntando si está en una comisaría). Las preguntas directas deben estar diluidas entre otros comentarios e intercambios de informaciones. Estamos juntos para “hablar” no para preguntarles. No siempre lo que quieren decir es lo que nos interesa
saber, aunque debería interesarnos. No siempre están dispuestos a explicar lo que deseamos saber.
3. Explicar algo, algo propio, entre medio. La adolescencia ha supuesto el final de la “minoría”. Para ellos y ellas “hablar” con las personas adultas comporta dar por supuesto un cierto diálogo en pie de igualdad. Se rompe la idea unidireccional del interrogatorio cuando se hace conocedor al adolescente de información singular, propia, relacionada con la vida que hemos de compartir (en casa, por ejemplo, es más fácil que nos hable de sus dificultades si nosotros, sin rollos extraños, les hacemos partícipes de algunas de nuestras dificultades laborales; en la escuela, podemos hablar sobre su implicación en un conflicto en la medida que le hacemos conocedor de nuestras dificultades para encontrar una respuesta adecuada; en una actuación de
salud podemos hacer que aporte información clave si le explicamos nuestras dificultades para establecer un diagnóstico).
4. Deducir, aunque sea de forma incompleta. No siempre es necesario preguntarles. Los adolescentes con la cara pagan. Sus rostros, sus actitudes, sus rebotes, sus silencios o sus discursos son una gran fuente de información (si se les mira y se les escucha). Hay que aprender a deducir (es fácil deducir cuánto han bebido a partir de cuánto dinero se pueden gastar; saber sobre sus amigos es más útil que preguntarle si usa drogas).
5. Preguntar lo mismo pero de otro sujeto, de otros miembros del grupo, de otro grupo. Cualquiera que se relacione con adolescentes conoce cómo se refieren a otros (“el otro día, un amigo…”) cuando en realidad hablan de sí mismos. Es más fácil que acudan en grupo a hablar no se sabe de quién, que presentarse solos a hablar directamente de sí mismos. Se trata de aplicar en muchos momentos la misma técnica perifrástica suya. Interesarse por otros u otras situaciones para acabar sabiendo sobre ellos y ellas.
6. En algunos momentos ser francos y expresar nuestra preocupación. Su tendencia a negar que ellos tengan algún problema se desmorona cuando han de hacer el ejercicio de “tranquilizarnos”, de darnos las explicaciones que nosotros les daríamos a ellos. El juego florentino, consciente en las dos partes, de las preguntas y respuestas se convierte en comunicación directa cuando se les deja clara la razón de por qué
queremos saber, aceptando que a lo mejor estamos equivocados en nuestra preocupación y que no tienen por qué darnos explicaciones.
7. No acusarlos. Aunque las dos partes sepamos claramente que el tema tiene que ver con ellos, comenzar por hacer que asuman su “culpabilidad” nos va cerrar todas las puertas de la información significativa sobre un hecho o una circunstancia personal. Cuando consideremos el tema de la responsabilidad ya entraré en el tema de las “excusas” (siempre tienen alguna), ahora, cuando se trata de saber actuar adecuadamente lo que pretendemos es que no se pongan el caparazón de la autodefensa.
8. Dejarse engañar. Que quede claro que he escrito “dejarse”. Si nos engañan y no nos enteramos se trata de una incompetencia nuestra. Hay que permitir que nos expliquen relatos que sabemos inciertos o que están destinados a engañarnos. Pero, no es cuestión de dejarlos pasar sino de encontrar el momento para que perciban (no siempre para que lo reconozcan) que somos conscientes del engaño. Hay quien cree que en la educación no debe aceptarse la “mentira”. Ciertamente es un criterio general válido. Pero, con los adolecentes no se trata exactamente de “mentiras” sino de líos en medio de su vida liada, explicaciones contra la angustia, la confusión o el conflicto que les parecen salidas útiles. Lo importante es que descubran que no necesitan construir esos relatos para relacionarse con nosotros, que no les son útiles, que en un momento u otro intentaremos aclarar la situación aunque sólo sea para ayudarles a aclararse ellos mismos.
9. Esperar para conocer más. No querer saberlo todo desde el primer momento. Ellos y ellas irán dejando caer parte de sus relatos en diferentes situaciones. Conocerlos suponer ir sumando observaciones, informaciones indirectas, respuestas directas. La suma progresiva de ese conocimiento nos permite, a menudo, evitarnos preguntas. Además, no se trata de saber de entrada sino de mantener el conocimiento de su realidad mientras continua su relación con nosotros (a veces, cuando adquirimos un conocimiento global de cómo son parecen haber cambiado).
10. Guardar la confidencialidad. La información que facilita un adolescente siempre está circunscrita a un pacto de ayuda, en unas determinadas circunstancias y con unos adultos concretos. Como norma general no debe divulgarse nunca fuera de ese contexto y el adolescente debe tener la seguridad total de que será así.
Fragmento obtenido de la publicación: FUNES, Jaume. 9 IDEAS CLAVE. EDUCAR EN LA ADOLESCENCIA. Ed. Graó. 2010
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