La adolescencia no es, solamente, un producto adolescente
sino el producto de sus adultos. La adolescencia la conforman otras miradas o,
cuando menos, resulta ser en función de cómo la vemos. Conocer al adolescente
significa tener presente que una parte
importante de la realidad a conocer está en las miradas de las personas
adultas. Una investigación sobre los mundos de los adolescentes necesita
conocer cómo son vistos, interpretados y vividos, por las personas adultas.
Podríamos
decir que no existe problema
adolescente sino problemas de los adultos con sus adolescentes. O
simplemente destacar que las relaciones con los adultos que los rodean y las vivencias
derivadas de la relación, son buena parte de lo que son como adolescentes. El
profesorado, por ejemplo, los mira y los vive de distintas formas. Con ellos y
ellas construyen relaciones generadoras de confianza, de tensión, de
acumulación de experiencias positivas o de bagajes vitales negativos. Tener uno
u otro profesorado significará descubrir de distintas formas, en diferentes
momentos, algunas cuestiones vitales, algunas formas de ser persona, unas u
otras preocupaciones de la existencia, unas u otras prioridades y valores para
el momento adolescente.
El grupo familiar, con sus características
derivadas de la condición social (económica, cultural,etc.), aporta unas
personas adultas que tienen desiguales y distintas posibilidades de entender lo
que está pasando con sus hijos e hijas, de facilitarles diversas hipótesis para
que entiendan la etapa que están viviendo. Las relaciones dentro del grupo
familiar (la composición del grupo, el estilo, los climas) condicionan todavía
más el repertorio de conductas de conflicto y sus posibilidades de resultar problemas
adolescentes. Pero, especialmente, condicionarán la base de seguridad con la
que gestionarán las crisis que tendrán que vivir. Parte de su seguridad e
inseguridad, de la gestión de los riesgos y las crisis dependen de los climas
familiares. Parte de las confianzas en sí mismos dependen de las dosis de
confianza construidas con las personas adultas del grupo familiar. Algunos
elementos determinantes de como se viven y como hacen de adolescentes,
especialmente de cómo se es adolescente chico o adolescente chica, dependerán
de estas relaciones con el mundo adulto.
INCORPORAR
SUS MIRADAS
No se trata de saber cómo son ni de sistematizar lo
que dicen, piensan o hacen los adolescentes; aquello que realmente importa es
recoger, tanto como sea posible, sus argumentos, sus formas de ver, sentir e
interpretar lo que están viviendo.
No
basta con preguntar. Ni tan solo de hacerlo de forma abierta y creativa.
Con
frecuencia, los chicos y chicas ya están saturados de nuestras intervenciones e
indagaciones sobre sus problemas. Muchas
veces tienen interés en buscar otras perspectivas, en destacar otros aspectos,
en demostrar otras preocupaciones (“Hay problemas que para nosotros son muy importantes
y que para ustedes, los mayores, no lo son tanto… A veces los adultos nos dan
largas, no contestan... no son sinceros...).
Para
poder hacerlo conviene destacar que entender
el mundo adolescente es siempre encontrar una forma de escucharlos si lo
que se pretende es tener capacidad para influir en sus vidas.
FRAGMENTO
DE LA CONFERENCIA “Cómo mirar a los
adolescentes sin convertirlos en un problema” del Psicólogo JAUME FUNES ARTIAGA
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