“Dame el don de un corazón que
escucha”
El rey Salomón
En numerosas ocasiones, los adultos
nos encontramos en la situación en la que necesitamos ser escuchados. Muchas
veces no queremos soluciones, ni respuestas, solamente necesitamos ser
comprendidos, sin ser cuestionados. Los jóvenes necesitan las mismas consideraciones.
En el caso de que el adolescente haya tenido conductas inadecuadas, éstas se
pueden corregir posteriormente.
Una
comunicación respetuosa entre padres e hijos, permite que ambas partes puedan expresar lo
que piensan y sienten, sin temor a ser rechazados. Esto
significa aceptar lo que el otro dice, pero no
necesariamente estar de acuerdo. Debemos ser capaces de comunicarnos de manera tal, que nuestro hijo
entienda nuestros sentimientos, ideas e intenciones.
Es común que el adolescente rechace y
rehúya de cualquier momento donde se vea acorralado para iniciar una
conversación con los adultos. La razón es natural. En el proceso que vive lleno
de cambios y confusión tiene la percepción de que nadie lo entiende ni se
preocupa por entenderlo, principalmente sus padres. Es por eso que si los puentes de comunicación
existían pueden llegar a fracturarse y ante la desesperación los padres
generalmente reaccionamos de formas que terminan por romperlo. Es por eso que
las formas de comunicación con nuestro hijo en esta etapa son vitales para
mantenerlo cerca y generar en él sentimientos de apoyo, compañía, respeto y
amor.
Lo más importante es recordar que los mensajes
que mandemos se centren en lo que nosotros como padres sentimos y pensamos sin
acusar, juzgar o criticar al adolescente. Generalmente en nuestro enojo hacemos
todo lo contrario y decimos frases como:
“tú me
haces enojar” en lugar de “yo me siento enojado”
“tú tienes que ayudar” en lugar de “me
gustaría que ayudaras más”
“tú no me
escuchas” en lugar de “no me siento escuchado”
“haces que
me preocupe” en lugar de “me siento preocupado cuando…”
En el momento en que como
padres nos hacemos responsables de nuestros sentimientos con respecto a la
conducta de nuestros hijos las posibilidades de realmente comunicarnos con él
aumentan. Y el objetivo es ese, comunicar los sentimientos. No es una técnica
de modificación de conducta. Si se utiliza como tal, se desvirtúa y convierte a
quien lo hace en un manipulador emocional. Si el adolescente se siente
manipulado en ese momento se alejará y las posibilidades de recuperar su
confianza disminuirán de forma considerable.
Psic. Daniela Valera Cato
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